El rubí es un mineral, según la clasificación de Strunz. Es una gema de color rojizo. Debe su color a los metales de hierro y cromo con los que está asociada. Su nombre viene de ruber, que significa ‘rojo’ en latín.
Pertenece a la familia del corindón, junto al zafiro, siendo una convención de nombre la única diferencia entre ambas gemas. Se llama rubí a los corindones rojos y zafiro a todos los demás colores, incluido el rosado.
Le corresponde la dureza 9 en la escala de Mohs. Es considerado una de las cuatro gemas preciosas junto al zafiro, la esmeralda y el diamante.
Se encuentran yacimientos de rubíes en Birmania, Sri Lanka, India, Madagascar, Tailandia, Brasil, Colombia, China y Rusia, además de encontrarse en menor cantidad en Sudáfrica, Australia, Groenlandia y Estados Unidos. Los de la península de Malaca y Tanzania son muy valiosos, llegando a alcanzar en valor a los diamantes de mismo tamaño.
El rubí, esa piedra rojiza tan notable y requerida, es una de las que también tienen su propio significado dentro de la gemoterapia. Puntualmente, suele estar relacionada con el éxito y los proyectos de la vida.
La piedra del éxito:
Como se decía, esta relacionada con la concreción de proyectos y relacionada con la energía positiva, las buenas vibraciones. Tiene tendencias vigorizantes y también favorece a aquellas personas que están bajas de actitud. Es una gema cálida, con fuego, que tiene una relación directa con el sol.
Propiedades para la salud:
Por supuesto, tiene su relación con la salud. Favorece la depuración sanguínea, ayuda a combatir problemas respiratorios, fiebre o a eliminar toxinas.